
Por Javier Navarrete Aspée - Novicio Hijos de la Divina Providencia ------ En Roma, el sábado 25 de junio, días después del cierre del XV° capítulo general de nuestra Congregación y en el contexto de los 150° años del nacimiento de nuestro fundador, como familia carismática de Don Orione tuvimos el regalo de poder tener una audiencia privada con el Papa Francisco.
Como ya sabemos, ese día el Santo Padre nos dirigió un discurso donde incluso citando a Don Orione puso mucho énfasis en la comunidad y la importancia que tiene en la vida consagrada: "Esto ya es apostolado, porque es testimonio. Si hay frialdad entre nosotros, o peor, juicios y chismes, ¿qué apostolado queremos hacer? El testimonio de amor en la comunidad religiosa y en la familia es la confirmación del anuncio del Evangelio, es la "prueba de fuego". Por favor, nada de chismorreos. El chismorreo es una carcoma, una carcoma corruptora, una carcoma que mata la vida de una comunidad, de una orden religiosa".
Estas palabras dirigidas a todos nosotros sin duda son un impulso renovado para seguir adelante en nuestra vocación religiosa en este carisma que el Señor ha regalado a la Iglesia mediante Don Orione.

Para mí ese día sin duda será inolvidable. Hasta ese día prefería ser "aterrizado" o intentar ser "realista" en las expectativas. Esto porque pensaba que ya luego de la gran oportunidad de estar presente en una audiencia con el Papa, tendría que estar contento tan solo por escucharlo y "conformarme" con verlo de lejos como suele suceder en tantas ocasiones, sobretodo porque sabía que éramos tantos miembros de la familia que participaríamos, además del estado de salud del Papa que este último tiempo le ha impedido hacer muchas cosas dentro de su misión pastoral.
Pero ahí es cuando Dios me volvió a sorprender, me volvió a demostrar que soy un hijo de la Divina Providencia y que muchas veces se manifiesta en mi vida con cosas inesperadas.
El discurso sin duda fue lindo, muy profundo. Al mismo tiempo breve y conciso. Y qué pasó después? Ahí vino la sorpresa al descubrir que todos quienes estábamos ahí tendríamos la oportunidad de acercarnos y saludarlo.

La emoción era grande pero fue un momento muy sereno. Cuando fue mi turno me acerqué, y además de tomar su mano me decidí a hablarle y lo hice en español, pues por distintos que seamos, los sudamericanos nos alegramos de encontrar alguna persona de nuestro continente con quién hablar en la misma lengua.
Le dije lo siguiente: "Santo Padre... yo soy un novicio chileno". Su respuesta fue una gran sonrisa, de un hombre sencillo, siempre gentil y acogedor.
No esperaba más, pues entiendo su cansancio, no podía responder a todos aunque quisiera, pero ahí se mantuvo siempre con una mirada dulce para todos.
Inevitable me es compartir que dedicó más de los 5 segundos habituales a nuestros asistidos (Ancianos y personas en situación de discapacidad) que eran acompañados por nuestros sacerdotes de los Cottolengos y casas de caridad de Italia; también a los niños y mamás que nuestras hermanas acogen en sus centros o casas de familia. Gestos que con tan solo verlos... conmueven y no se olvidan!
Doy gracias al Señor por esta vivencia en comunión con la Iglesia y el Santo Padre, por la vida de Don Orione que seguimos celebrando después de 150 años y que hoy nos permite seguir dando vida en tantos lugares del mundo. Dios bendiga nuestra familia carismática!
Rezo por cada uno de ustedes. Recen por mí en mi camino de consagración.
Ave María y adelante!

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