El mejor regalo para un padre... ¿se compra o se vive?
- donorionechile
- 15 jun
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Actualizado: 16 jun

Ser padre es, muchas veces, amar sin ser visto. Es dar sin esperar retribución, es sostener desde la sombra. En este Día del Padre, agradecemos a esos hombres que, como San José, viven su vocación con humildad, valentía y ternura contenida. Padres que no lo dicen con palabras, pero que lo demuestran con gestos: con el trabajo silencioso, con el cuidado fiel, con el sacrificio cotidiano. Su amor —como decía el padre Pedro Ferrini— va por dentro.
San José es el gran ícono de esa paternidad silenciosa pero efectiva. Sin pronunciar una palabra en los Evangelios, su sola presencia protegió a María y a Jesús, cuidó sus pasos, trabajó con dignidad, enseñó sin imponerse. El santo del “sí” discreto, que no necesitó protagonismo para cambiar el rumbo de la historia. Su figura se nos hace cercana al pensar en tantos padres de hoy: trabajadores, discretos, comprometidos, que aman más con la vida que con los discursos.
También Don Orione recordaba así a su padre: recto, firme, generoso, sin disfraces. Un hombre que no ofrecía ventajas, pero sí exigía fidelidad al bien. Esa figura austera, que marcó su infancia, también la vemos reflejada en tantos papás de hoy, en sus luchas y silencios, en sus renuncias y esperanzas. Y Don Orione mismo, con su corazón de fuego y su vida entregada, fue y sigue siendo padre espiritual para muchos: abrazando a los más pobres, animando a los jóvenes, acompañando a sus hijos e hijas en la fe.

En el año 2021, el Padre Pedro nos dio a conocer unas líneas que expresan lo que Don Orione pensaba de su papá: “Fue buen soldado y entregó ocho años, la edad más bella de la vida, al servicio de la Patria. Tuvo ideas sociales “garibaldinas” de intolerancia y rebeldía en contra de la esclavitud política y la dependencia de la Iglesia; cierta hostilidad hacia todo lo que estaba relacionado con el Clero. Caballero honesto, generoso y orgulloso, recto a todo dar. Fue buen artesano y capataz de empedradores. Áspera faena que se prolongaba desde el amanecer hasta la noche. Hombre de mucho sacrificio, privaciones y maltratos.
Cuando le manifesté la voluntad de ser sacerdote, reunió a mis hermanos y les dijo: - Luisito quiere ser cura; no se les ocurra pensar que podría aportarnos alguna ventaja; tal vez sea más fácil que él necesite de nosotros, que nosotros de él.- Luego dirigiéndose a mí, continuó diciendo: - No podrías producirme mayor desagrado que desistir luego del camino emprendido. Si quieres ser sacerdote deberás serlo en toda circunstancia. Yo mismo lo asistí en sus últimos momentos y murió cristianamente. Con la pérdida del papá mi alma agonizó por largo tiempo”.
Algunos de los Hijos de la Divina Providencia que pasaron por nuestras comunidades, también nos regalaron testimonios sinceros sobre sus padres. Por ejemplo, el Padre Pedro Ferrini en el 2021, describía a su papá como un hombre de campo, sin mucha instrucción, que no ahorraba esfuerzos para que a sus hijos no les faltara lo necesario. No era dado a los abrazos ni a los regalos, pero brillaba de alegría al ver volver a su hijo a casa. Aunque silencioso, reservado y exigente, su amor era firme, sacrificado, y se manifestaba en los detalles cotidianos: en su pulcritud, en su constancia, en el dinero que apartaba —sin decirlo mucho— para apoyar los sueños de su hijo. El Padre Pedro lo resume así: “Mi padre no fue un héroe, fue simplemente un buen papá; tenía virtudes que marcaron mi vida, porque un buen padre vale más que cien maestros. Me quiso mucho, pero su amor iba por dentro.”
Asimismo, celebramos además este día en el marco de una fiesta mayor: la Santísima Trinidad. En ella descubrimos el origen de toda paternidad verdadera. Porque Dios Padre no es un título: es una relación viva, un amor que genera vida, que se dona en el Hijo y se comunica en el Espíritu. No hay paternidad sin comunión, sin entrega, sin amor total. Así es Dios. Y así son los buenos padres: reflejos, aunque imperfectos, de ese misterio eterno de amor.
Y sí, por supuesto… llegan también los regalos. Las vitrinas se llenan de camisas, perfumes, herramientas o desayunos sorpresa. Pero entre tanta oferta —¿cuál será el mejor regalo para un padre?— Quizás un abrazo esperado, una conversación sin prisa, una carta escrita a mano, un gesto de reconciliación, o simplemente estar. Algo que le diga, aunque sea una vez en el año: “Gracias por amarme desde el silencio”.
Hoy damos gracias por los padres que están, por los que ya partieron, y por quienes ejercen su paternidad de mil maneras: en la familia, en la Iglesia, en la vida religiosa y en tantas formas de acompañar. Entre ellos, también recordamos —casi como sin querer— a aquellos que un día dijeron sí al sacerdocio, como el padre Ferrini, y se convirtieron en padres de muchas almas.
Porque ser padre no es solo engendrar: es acompañar, enseñar, servir, y muchas veces, callar.
Es amar desde dentro… como Dios.
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