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La homilía del cardenal Celestino Aós en el Pequeño Cottolengo de Cerrillos


En el contexto de la celebración de un nuevo aniversario de la canonización de San Luis Orione, mons. Celestino Aós OFM, Arzobispo de Santiago, visitó el Pequeño Cottolengo de Cerrillos y celebró una Eucaristía junto a la comunidad en donde nos compartió estas palabras que ahora compartimos con todos ustedes.

 

1. Jesús ha muerto hace pocos años. ¿Qué ha visto san Juan Evangelista? Tiene el gran tesoro que es la Virgen María. Vio que el pecado mordía la comunidad con envidias, deseos de poder etc. ¿Qué veía en la sociedad? Búsqueda del poder con un formidable ejército de legiones romanas, búsqueda de riqueza con un comercio e intercambio económico, búsqueda de placer en un sexo desatado y en unas diversiones que tenía que ser cada vez más excitantes... Y ahí, se entrecruzaban con sus creencias: hermanos que eran perseguidos, encarcelados y torturados, puestos ante las fieras para estimulo de los aburridos, u obligados a combatir como gladiadores unos contra otros. Esclavos, pobres, y lisiados eran humillados, abusados, marginados. Él mismo ha sufrido en Roma el aceite hirviendo sobre su cuerpo. Quema. Y mucho. Y luego el destierro a Patmos donde escribe este texto del Apocalipsis para animar y consolar a los cristianos que estaban sufriendo y preguntándose ¿Por qué Dios no cambia esto, por qué no escucha mis oraciones, por qué calla? Veo lo mismo que ustedes, en el futuro ¿qué será? Veo a Dios haciendo nuevas todas las cosas, imaginen una tierra y un cielo nuevo: esta es la morada de Dios entre los hombres: El habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será con ellos su propio Dios. El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena ni queja ni dolor, porque todo lo de antes ya pasó”. Nos espera el cielo, la gloria, la felicidad, nos espera nuestro Padre Dios.

2.¿Qué vemos nosotros hoy? Vemos cómo en Chile se pelean por tener poder y asegurárselo en textos legales; y nos duele que algunos pretendan en lugar de escribir un texto para organizar una convivencia de todos los chilenos en paz, verdad, justica y solidaridad especialmente con los más pobres, hagan una repartija de poder y beneficios y derechos y los disfracen como constitución para todos cuando se legaliza la eliminación de los que libremente elegimos y negociamos matar. Vemos cómo se busca el placer y para ello no se duda en destruir la fidelidad de la amistad, y el matrimonio y la familia. Vemos cómo se impone el propio interés y provecho, como se busca la plata y la riqueza, y se descarta a los que “no son útiles”: se pretende legitimar la monstruosidad del aborto porque esa nueva vida humana molesta; se pretende ocultar pero no dar soluciones a los que entre pobreza y miseria acampan en las calles de nuestra ciudad; se margina y abandona a los ancianos, y a los discapacitados sean niños, jóvenes o ancianos; vemos que se despilfarran millones y millones en fiestas, vandalismos y otras actividades de corrupción y se mezquina o niega la ayuda (que no es limosna sino justicia) a quienes cuidan de estos ciudadanos y ciudadanas que desde su limitación nos enriquecen en humanidad y fortaleza...Ese es el lado cruel de nuestra sociedad


Pero no caeremos en la trampa del diablo, no miramos sólo lo malo. Está lo bueno: Este Cottolengo, y todas las obras asistenciales de la iglesia, son realidades: da pena ¿cuántas veces se han preocupado de los más pobres y vulnerables en nuestros medios de comunicación y en la Asamblea Constituyente? No son ustedes los que pueden responder por ellos. Ustedes están siendo ya una respuesta clara, un signo evidente, unos catequistas; ustedes sí se preocupan de Jesucristo necesitado en estos Cottolengos. Recen por nosotros al Señor, porque también en la iglesia diocesana hay quienes no valoran ni se comprometen con estas obras como si fueran “otra” iglesia. “Y sin ninguna clase de temor, y con gran alegría en el corazón, podemos decir: ¡El Señor está aquí! Aquí, entre nosotros, en este rincón sagrado de nuestra ciudad y de nuestra diócesis, está Jesús, están sus manos, su rostro, Su cuerpo, sus heridas y su corazón manso y humilde.


Eso es el Cottolengo de Cerrillos: un lugar sagrado, donde el Señor vuelve a mirarnos y a atraernos con su presencia, siempre humilde, Aquí está Jesús, porque aquí están sus hermanos más pequeños.

Pero también, porque aquí, Jesús vuelve a mostrar su rostro de Buen Samaritano y de Servidor del Padre. Porque ustedes y los demás bienhechores y colaboradores son esos buenos samaritanos, que ojalá se multipliquen. Espero que muchas parroquias entiendan que no pueden reducir la sinodalidad a reuniones, asambleas y documentos, y que en este tiempo visiten y ayuden a este Cottolengo.

Jesús nos dice “ámense los unos a los otros como yo los he amado. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”. El Cottolengo es verdaderamente una escuela de Evangelio: aquí aprendemos a vivir la misericordia, el consuelo, el abajarse para servir, el sentido profunda de la dignidad humana. En definitiva, a ver el mundo tal como lo ve el Padre, con sus mismos ojos y, sobre todo, con sus mismos sentimientos de ternura y compasión. Aquí, Jesús, despojado de poder, nos enseña sin demasiadas palabras lo que significa amar como Él ama, como el Padre ama, como el Espíritu se derrama en nuestros corazones.

Por todas esas razones, aquí también aprendemos la lección de la santidad según el Evangelio. Don Orione, al momento de su muerte, expira con unas significativas palabras: “Jesús, Jesús, voy”. Le salen como un suspiro porque le han salido muchas veces del alma cuando ha sentido la llamada de Jesucristo en las necesidades de los pobres. Era Jesús. Voy Jesús, ya voy. Y así fue su partida. Siguiendo a don Orione, aquí en estos 52 años en Cerrillos, ustedes se acercan a las necesidades de estas personas: “ya voy, Jesús, va voy”

A veces estamos cansados, o desconcertados porque no sabemos cómo actuar ante crisis y conflictos. Es vida entregada, cada día, incluso levantándonos de las caídas, rehaciendo con paciencia y perseverancia la decisión de reconocer a Jesús en el rostro de nuestros hermanos más pequeños.

3. ¿Qué llamada de Dios sentimos surgir desde este lugar? ¿Qué le dice a nuestra Ciudad, y a Chile entero en este momento de nuestra historia? ¿Qué nos dice a nuestra Diócesis? Chile necesita que los chilenos católicos cuidemos los Cottolengos, que los apoyemos con nuestro aporte económico, que los apoyemos entregando algo de nosotros como voluntaritos. Debemos seguir el rito del sínodo, con reuniones y estudios y programas; pero el rostro más genuino de la misión que impulsa el Espíritu y que es la esencia misma de la Iglesia: pasa por la vida de las personas, por el cuidado de lo más débiles y vulnerables, por el hacernos cargo de la fragilidad de nuestros hermanos. A quien me hable de sinodalidad y no haya tenido una experiencia de ayuda y compromiso le pondré en duda como hacía el apóstol: si ni ama a su hermano a quien ve, ¿cómo va a amar a Dios a quien no ve?


Desde aquí, desde este Cottolengo de Cerrillos, nuestra ciudad de Santiago tiene que recuperar su alma, su espíritu, la mística de sus orígenes.

Hacer de cada corazón un Cottolengo donde se acoja, se ayude, se camine con ellos. El Señor está aquí. Al Cottolengo se entra con el corazón grande y respetuoso, en el Cottolengo se sirve con generosidad porque resulta evidente que hay servicios que no se alcanza a pagar con dinero, y se sirve con alegría porque sin alegría no hay buen servicio cristiano precisamente porque se sirve a Jesucristo en los hermanos; del Cottolengo se sale con muchas preguntas, y Una gran esperanza y alegría: vemos hoy esto, nos espera una ciudad que es el cielo donde Dios estará con ellos, y secara todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja... Hoy el Cottolengo anticipa esto: seca lágrimas, acompaña soledades y abandonos, alivia sufrimiento y cura dolor. El cielo no sería cielo sin la Virgen María, sin la Madre de Jesús y Madre nuestra; el Cottolengo no será verdadero Cottolengo sin la devoción y protección de la Madre la Virgen María, y de nuestro amado don Luis Orione.

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