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Nos alegramos y agradecemos a Dios por los 99 años de la hna. María Nazarena


Con gran alegría y gratitud a Dios, saludamos a la querida hermana María Narazena en su cumpleaños número 99. Una religiosa que ha dado su vida al servicio de los más desfavorecidos y que con un testimonio de fidelidad a toda prueba y una cercanía maternal, se ha ganado el corazón de todos. Queremos compartir con ustedes, un poco de su historia, ofreciendo una oración por su salud y agradeciendo a Dios por su testimonio de vida consagrada.

 

Hace 77 años tres religiosas pertenecientes a las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad ( Don Orione) salían de Buenos Aires con destino a Santiago de Chile. Existía un asilo ubicado en calle Pedro de Valdivia 4400 ( Actual Escuela Carmen Arriarán) allí vivían niños y niñas que la asociación “ Cesantía” enviaba y, en parte, mantenía los que eran atendidos por las religiosas Siervas de María. Las necesidades eran múltiples, el local pésimo, las dificultades a montones: las religiosas resolvieron dejar todo y retirarse. No era para menos. El desaseado, pobrísimo y abandonado nido no podía permanecer así y las Autoridades eclesiásticas, tal vez conociendo el espíritu de las Pequeñas Hermanas las llamaron con reiterada insistencia.

Al fin se preparó un equipo de tres religiosas italiana quienes por razones de política- Chile rompía en ese entonces relaciones con Italia- no obtuvieron visa de ingreso. Fueron reemplazadas con tres sudamericanas: en una semana habían tramitado papeleo y arreglado su equipaje y el 25 de febrero de 1943 a las 11 de la mañana partían a su nueva misión. Los corazones jóvenes y generosos estaban prontos, pero una tenue nubecilla de repente interrumpía la visión del horizonte: iban a Chile, país para ellas desconocido. Dos días de viaje y llegan por fin a la estación de Mapocho el día 27 de febrero como a la una de la madrugada. La esperaba el R.P. Gino Carradori, superior de los Hijos de la Divina Providencia, el capellán de la embajada de Italia y un matrimonio, que junto al Padre Gino y P. Lino Bertorelli, se habían tomado la responsabilidad de ese asilo asistiendo a los niños y niñas que sumaban un total de 80, mitad varoncitos y lo restante niñas cuya edad fluctuaba desde los 4 a los 17 años. Cuatro niñas de las mayorcitas esperaban muy inquietas y curiosas. A todos les gustaba la novedad. Ofrecieron a las recién llegadas una taza de té y la buena señora Lidia les tenía muy limpio y ordenado el dormitorio con tres camas un “poquitito” destartaladas. Toda la noche las religiosas tuvieron una serenata de parte de los fierros flojos y acomodados para salir del apuro: el viaje se había hecho pesado y largo y descansaron con esa melodía tan suave. Como a eso de las ocho llega muy ágil y alegre el P. Gino y es razonable, pues el peso de los niños abandonados ha sido colocado sobre los hombros de las monjitas que, a pesar de no tenerlos, muy firmes, se mostraron harto sufridas y paleteadas. A la Santa Misa participan todos los niños y muy gustosos: hay novedad. Rezan y cantan bien y con ganas. Terminando lo sagrado, en un lindo patio cubierto, las niñas cantan bonitas tonadas y bailan con gracia cueca. Son las 11 de la mañana. La emoción quita el apetito, pero la cabeza no está de acuerdo con el estómago: gira con el vacío. Por fin un poco de café clarito como para que se apreciara más eso de ¡ay! Agüita de mi tierra… Después del “rico desayuno una visita al establecimiento. La capilla unos relictos de florero ocupaban el lugar de las imágenes; el altar con trozos de géneros se veía cubierto y “tapado”: por suerte había un tabernáculo donde guardar el Smo. El piso de ladrillo no se podía observar muy bien por lo sucio y roto. Los banquitos pertenecían al comedor. Largas galerías y un lindo jardín separaba a las dependencias.

Los dormitorios parecían un lugar deshabitado, pero con gran sorpresa las religiosas tuvieron que reaccionar y tratar de entender que allí dormían las niñas. Las payasas constituían la residencia estiva de gusanos quienes acreditaban ser los dueños y se asomaban para darles la bienvenida. Las paredes lucían tiras de papeles colocados por los conquistadores, dejando al desnudo tremendo huecos donde millares de insectos bailando cueca, zambas y tarantelas demostraban su alegría y se guiñaban el ojo contentos porque habrían podido demostrar luego su “cariño” a ellas. Unos intrusos se trasladaron inmediatamente sobre los vestidos de esas monjitas quienes tuvieron que ponerles buena cara porque las maletas estaban en la estación y no se habían podido retirar por ser feriado. Los dormitorios de los varones hicieron exclamar a éstas que no podía “eso” servir para seres humanos. No gozaban de servicios higiénicos, pero por suerte había un terreno con muchos árboles frutales y por eso la cosa no se hacía muy seria. Los comedores con mesas prehistóricas. El estado general de la casa mostraba muy mal aspecto y casi les ocasionó un síncope a las monjitas. A pesar de todo, no se desanimaron y empezaron su misión de bondad y caridad. Una hermana se responsabiliza de los varones, otra de las niñas y la mayor hace de superiora, es decir, lavandera, cocinera, changadora, etc., y de todo un poco. Repartidos los trabajos se comienza la guerra fría, pero con fuego, para combatir insectos en todas partes pues las cabezas y cuerpecitos de los niños no se habían jamás podido librar de ellos. Pasan muchas semanas en esta dura y constante tarea. Muchas veces corrió la liebre y con mayúscula. La horas del día se hacen cortas y la noche sorprende a las Hnas. Arreglando algunas ropita para poder cambiar a los niños. No se tiene nada y no se conoce a nadie. En abril llega la Srta. Elisa Errázuriz y se hace amiga de las religiosas: ella es la primera bienhechora. Las Hnas. De maría Auxiliadora, las de la Compañía de María y las inolvidables Esclavas del sagrado Corazón cuando se dan cuenta de esta comunidad acuden con cariño a las necesidades de ellas y desde entonces el horizonte se esclarece. Estas últimas envían cada día, en un canastillos, muy limpio y bien preparado, comida, pan y fruta: Es la Providencia de Dios que alimenta los pajarillos del aire y no se olvida de quien callado sufre y trabaja. En mayo llega una religiosa italiana con experiencia y ya las cosas siguen mejorando. Claro está que muchos detalles y lágrimas quedarán desconocidos y quizá se puedan conocer donde no hay noche ni frontera. Así pasaron varios años. Se comenzó la escuelita primaria. Luego algunas Hermanas se trasladaron a Cerrillos, donde los sacerdotes de Don Orione tiene una escuela para niños, para cooperar con ellos en la cocina y guardarropía. El trabajo se hacía pesado, pero se vivía con alegría y caridad, unidas las dos familias religiosas por el mismo programa de amor hacia los pobres, por el mismo fuego que, encendido por el Fundador, quiere propagarse a todos los que vivimos de “su” espíritu.


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