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El oratorio festivo de San Luis… los primeros pasos de la Congregación

El 3 de julio de 1892 se dio inicio oficial al primer Oratorio realizado por Don Orione cuando aún no era ordenado sacerdote, en Tortona, Italia. 44 años más tarde, en una carta recordando el aniversario del Oratorio, nuestro Fundador expresa que “la Pequeña Congregación nuestra ha nacido de un Oratorio Festivo: un Oratorio de jovencitos ha sido la piedra fundamental de nuestra Institución. Y la SS. Virgen, en momentos, entonces, de gran aflicción y de viva persecución, maternalmente se dignó a tomar desde entonces bajo su manto celeste, no sólo el Oratorio -del cual había puesto la llave en Sus manos-, sino toda la multitud, sin fin, de los Hijos de la Divina Providencia que vendrían luego, de todo tipo y color.” Por este motivo, hoy queremos recordar este primer pero significativo paso en la vida de la familia orionista, y con ello, siguiendo a Don Orione, entregar con confianza en manos de María nuestro presente y futuro como familia.




He aquí la historia del primer Oratorio…


“Un día, hacia mediodía, fue a la catedral de la que yo por entonces era sacristán, un chico que deambulaba de acá para allá y que lloraba. Yo ya lo conocía: era un cierto Mario Ivaldi, venía a mí buscando consuelo.


Le pregunté: ‘¿Por qué lloras? ¿No vas a la catequesis?’ ‘¡No!’ ‘Y ¿por qué?’ ‘¡Me han pegado!’ ‘Y ¿quién te ha pegado?’ ‘Un cura’. ‘Vuelve a la catequesis y sé bueno. Vete a la catequesis…’ ‘No, no…’. Me di cuenta que no sería capaz de hacerle volver a San Miguel. No atreviéndose a volver a casa tan pronto, se había refugiado en la catedral.


Tal vez no había sabido la lección, o había molestado o había hecho alguna travesura de esas que solemos hacer de niños. Entonces comencé yo mismo a darle algo de catequesis. Lo acomodé en mi habitación en lo alto de la catedral, lo tranquilicé y le di alguna chuchería. Le invité a que volviese a buscarme de nuevo en los próximos días. Éste fue el primer chico del oratorio.


El segundo fue Toni, ahora alcalde de Albenga, sus padres eran propietarios de varios hornos. También a él le habían pegado en la catequesis: escapó a casa y no quería volver. Cuando se encontró con Ivaldi, éste le dijo: ‘Ven a la catedral y el clérigo que me da catequesis a mí te la enseñará también a ti’.


Así, después de los dos primeros, llegaron otros y otros más, invitados por aquellos. Se formó un buen grupo y a todos los recogía en mi habitación, una habitación pequeña sobre la bóveda de la catedral, con el peligro de que rompiesen alguna ventana de las que había detrás, entre la catedral y el obispado. Les enseñaba un poco de doctrina cristiana, les mantenía contentos con algún cuento, y pasábamos el tiempo, en fin, en santa alegría” (DO. I,639)…


Ivaldi, Toni… son una decena ya de chicos que pasan el día entero en su compañía. Su habitación se hace escuela, patio, sala de juegos. Orione tiene un don particular que le permite atraer y conquistar a los jóvenes. Estimula y encamina al bien su innata vivacidad e inclinación a la diversión. Su bondad fascina y arrastra. Tiene el arte de saber contar las cosas, de hacerse escuchar. Inventa y anima al juego en aquella habitación que, por el número, se queda cada vez más pequeña e insuficiente…


El obispo, que sigue con gozo y emoción todos los movimientos de su clérigo, se convence de que ha llegado el momento de darle una sede donde quepan y que sea definitiva: el jardín y algunos locales del obispado.


Parecen hervir los preparativos, en poco tiempo todo está listo para la inauguración, será la tarde del 3 de julio con la presencia de dos obispos. Al inicio toma la palabra el clérigo Orione deseando que el Oratorio San Luis “esté siempre compuesto por jóvenes que amen sinceramente a Cristo, el bien de su propia alma, al Papa; que sea seminario de esforzados y ejemplares miembros de la sociedad católica”. Entonces, volviéndose al obispo, añadió: “Esta pobre Obra de la Divina Providencia ha nacido en vuestra casa, es la familia primogénita de vuestro episcopado, como aquel bendito oratorio festivo de hace nueve años fue, en la diócesis, ¡el primer germen de una acción católica muy viva, fresca y más decididamente papal!”.


(Tomado del libro “Dar la vida cantando al amor” de Ángelo Campagna)


Los oratorios, a través del juego, la alegría y enseñanzas buscaban acercar a los niños y jóvenes a la Iglesia y a Jesús. Por las posibles travesuras de un niño llamado Mario Ivaldi y el afecto fraterno de Don Orione que accedió a enseñarle, muchos niños tuvieron la oportunidad de aprender a confiar en Dios y a tener como motor en sus vidas a Jesús, en el oratorio. ¿Recuerdas cómo llegaste tú a ser parte de la familia orionista?


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