San Luis Orione lleva por nombre el de un santo que vivió en el siglo XVI, Luis Gonzaga. En Italia, el onomástico tenía mayor relevancia que el propio cumpleaños, por tanto el día 21 de junio siempre fue un día muy especial para Don Orione, quien reconocía a este gran santo como su Patrono, y para toda la Congregación. Por este mismo motivo Don Orione solía celebrar ese día en el altar de San Luis junto a religiosos y laicos, casi como una tradición, incluso estando en Argentina continuaba esa práctica en Luján.
San Luis Gonzaga, que además de ser patrono de la juventud, se destacó por la virtud de la pureza, siempre buscó mantener su corazón libre de los vicios, de los engaños y de todo lo que el mundo ofrecía y le alejaba de Dios. Don Orione destaca esta virtud, ya que ella permite la disponibilidad a Dios y a los hermanos, “a mí y a ustedes… yo les digo que la pureza junto con la caridad y la humildad y un apego devoto sin límites a la Iglesia, al Papa y a los Obispos es la virtud que debe mayormente distinguir a nuestra amada Congregación”.
Esta es la historia de San Luis Gonzaga, un hombre que desde que se sintió llamado por Dios no dejó de buscarle y alejarse de lo que lo pudiese apartar de Él:
San Luis Gonzaga nació el 9 de marzo de 1568 en una acomodada familia de Lombardía. Su padre quería que fuese soldado, por ese motivo lo llevaba siempre desde pequeño a lugares donde se encontraban las tropas. A los siete años comienza en él un despertar espiritual, busca constantemente la oración para encontrarse con el Señor. Ya a los 9 años hace un voto de virginidad a la Virgen.
Cuando estaba por cumplir 12 años su padre fue trasladado a Monserrat y debido a un accidente, Luis casi muere ahogado. Luego de esto una enfermedad renal, producto del accidente debilitó su salud, esto le permitió tener más tiempo para la lectura espiritual, hacer penitencias y mortificaciones. En sus vacaciones enseñaba el catecismo a algunos niños de escasos recursos de la zona donde descansaba su familia, y realizaba ayuno.
Trasladaron a su padre a Madrid y ahí el día de la Asunción de la Virgen comprendió su vocación por medio de una revelación. Su padre se opuso férreamente, lo envió a otros lugares, le dio responsabilidades, esperando que su hijo cambiara de opinión, pero nada pudo doblegar la voluntad de Luis, quien se sentía llamado a la vida consagrada como jesuita. Finalmente el padre accede.
En Italia y con tan sólo 18 años ingresa a la Compañía de Jesús. En 1591 una enfermedad asoló a Roma. Los jesuitas abrieron un hospital y por la insistencia de Luis, se le permitió cuidar de los enfermos. Pronto contraería la enfermedad, pero pudo superarla quedando su salud aun más debilitada. No apartaba la mirada del crucifijo y por las noches se levantaba a recorrer las imágenes santas de la habitación. En una ocasión se le reveló que moriría a la octava de Corpus Christi, y él manifestaba la alegría de poder ir al encuentro del Señor. Finalmente fallece con tan solo 23 años con la mirada puesta en el crucifijo.
Fue canonizado en 1726. El papa Pío XI lo proclamó Patrono de la Juventud Cristiana.
La vida de San Luis nos enseña a ser valientes, a buscar no apartarnos de la voluntad del Señor y a luchar por lo que de verdad anhelamos. Él fue capaz de dejar el castillo donde vivía, su herencia y todos los lujos, para seguir su vocación y servir a sus hermanos, ¿somos capaces de dejar nuestras comodidades al menos por un rato para salir al encuentro de nuestros hermanos más necesitados? ¿Cuándo fue la última vez que entregaste tu tiempo y esfuerzo por los demás?