Las experiencias en nuestras vidas son aprendizajes que nos hacen ser lo que somos. En estas vacaciones tuve una de esas vivencias que te llena el corazón de felicidad y nuevos conocimientos, y hoy quiero compartirla con ustedes.
Durante el verano participé en el Voluntariado del Pequeño Cottolengo en el Tabo, al cual asistí muy entusiasmada con el anhelo de, por un lado, aprender cómo es el cuidado que se les da a los niños del Hogar, interés motivado por los estudios de enfermería que actualmente realizo, y por otro lado, ser un aporte y ayudar en esta noble tarea. Pero nunca pasó por mi mente que esas maravillosas mujeres del Hogar del Carmen con las que compartí una semana me iban a enseñar lo que es realmente importante en esta vida.
La lógica de la mayoría de los voluntariados es que uno va a ayudar, a servir en lo que más pueda, pero en esta ocasión pasó algo muy distinto. La pureza de su cariño, escuchar un “te amo” tan sincero y sentirme querida por lo que soy y no por lo que hago, me hizo sentir tan pequeña ante la grandeza de su amor. Ellas me ayudaron a mí, enseñándome a AMAR, a ver lo simple que es dar amor sin importar nada, ni siquiera las discapacidades que todos tenemos.
Para mí esta instancia fue un “volver a nacer”. Aprendí del amor verdadero, sincero y desinteresado, mi cerebro no para de generar locas ideas para mis futuros proyectos, mis sueños. Sin duda conocí la obra más hermosa de Don Orione y ahora entiendo porque él sentía ese “AMOR LOCO”.
Agradezco haber vivido esta experiencia, quisiera transmitirles todo lo nuevo que me llevo en el corazón, pero como dicen por ahí, tú puedes saber mucho sobre algo leyendo, pero se necesita la experiencia para comprenderlo realmente, el vivirlo lo cambia todo, ¡TODO!
“Entrar a un Pequeño Cottolengo es descubrir la Caridad en su más pura esencia”