La Cuaresma: Un tiempo de gracia y conversión en el carisma orionista
- donorionechile
- 5 mar
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Con la gracia de Dios hemos iniciado la Santa Cuaresma que, como sabéis, nos recuerda de modo muy especial los cuarenta días de ayuno que hizo nuestro Señor antes de iniciar su vida pública; nos recuerda también, de modo más amplio, los cuarenta años pasados en el desierto por el pueblo judío; los cuarenta años antes de que el pueblo pudiera entrar en la tierra prometida; los cuarenta años transcurridos entre disensiones, en los inmensos desiertos, pero sobre todo nos recuerda el período de recogimiento, el período de soledad, de penitencia que nuestro Señor quiso cumplir antes de iniciar su vida de apostolado público.
La Iglesia llama a este tiempo: «Tempus acceptabile», tiempo aceptable, «dies salutis», días de salud. Es un tiempo que debemos consagrar a la oración y a la penitencia; a la oración y a la mortificación y al ayuno. Este primer día de Cuaresma, pues, se llamaba en la antigüedad: «In capite ieiunii»; y el Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra, en este día, descalzo, rodeado de subdiáconos, fue a la iglesia de Santa Anastasia en el Aventino hasta Santa Sabina – hoy es precisamente la Estación de Santa Sabina – fueron entre cantos de penitencia, cantando letanías, esas letanías que son las verdaderas y propias letanías, las letanías de los santos. Las otras letanías de la Santísima Virgen, las letanías del Sagrado Corazón de Jesús, las letanías de San José, son, por decirlo así, letanías secundarias.
Y el Pontífice se detuvo antes de entrar en la vasta Iglesia de Santa Sabina; la procesión de sacerdotes se detuvo frente a la iglesia y recordó la muerte con oraciones especiales; absolvió, dio la absolución y luego entró en Santa Sabina y celebró los sagrados misterios. En la antigüedad, la Cuaresma se observaba estrictamente: la gente comía una vez al día, al anochecer. Incluso los tribunales estaban cerrados durante la Cuaresma y se decían muchas oraciones y se realizaban muchas obras expiatorias. También nosotros, queridos míos, debemos aprovechar este tiempo que precede a la Semana Santa y que nos recuerda la pasión y muerte de nuestro Señor para luego introducirnos en las alegrías de la Pascua.
Debemos dedicar este tiempo a la penitencia, a la oración y al ayuno; incluso aquellos que no están obligados a ayunar deben procurar realizar algún acto de mortificación y penitencia. No debemos escatimar con nuestro Señor: debemos sentir cuánto beneficio puede ser el ayuno sagrado para todos. En el prefacio de las Misas de Cuaresma, la Iglesia nos recuerda los beneficios espirituales y también temporales del ayuno: «Vitia comprimis, mentem elevas, virtutem largiris et praemia». ¡Cuántos beneficios espirituales! Disciplinar el espíritu, elevar el espíritu, la mente, comprimir, erradicar los malos hábitos, sofocar los malos deseos: «vitia comprimis»; y crece en nosotros la virtud, el santo amor y la santa obediencia, las santas virtudes, para prepararnos a esos premios, a esos altos galardones que Dios da a los que saben mortificarse por amor de él.
Cada uno de nosotros debe unir nuestras oraciones a las oraciones de Jesús en el desierto, nuestro ayuno, nuestras mortificaciones al ayuno de Jesús en el desierto. ¡Debemos abrazar la Cuaresma con vivo espíritu cristiano y religioso si queremos verdaderamente que este tiempo sea un tiempo agradable a Dios y sean días de salvación, de santificación y de provecho para nuestras almas!
[Palabra VIII, Tortona 2 de marzo de 1938, primer día de Cuaresma: Cenizas, 179-180]
Este mensaje de San Luis Orione nos recuerda la esencia de la Cuaresma como un camino de conversión, de sacrificio y de amor. Siguiendo su carisma, estamos llamados a vivir este tiempo con una renovada entrega, conscientes de que la penitencia y la oración nos acercan más a Dios y nos preparan para la alegría de la Resurrección.
Que este tiempo de gracia nos ayude a crecer en santidad y a reflejar el amor de Dios en nuestro diario vivir.
Fuente: donorione.org
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