El 26 de mayo, al finalizar la audiencia general, el Papa Francisco se ha detenido para saludar a las personas que lo esperaban. Entre la gente estaban también los novicios orionistas, dos de los cuales, Braian Nahuel Pérez, argentino, y Sebastián Vega, chileno, le han ofrecido un mate que el Santo Padre ha aceptado gustoso.
Nos cuenta Braian: «Vayan, llénense los pies de tierra y consigan que la panza se les vuelva verde de mate conversando con la gente, amando a la gente [...]”. Con estas palabras el beato mártir Enrique Angelelli, cuando era obispo de ‘La Rioja’, al oeste de Argentina exhortó a sus agentes pastorales. El mate, bebida originaria de Sudamérica, particularmente de la zona rioplatense, está siempre presente en todas las casas, es capaz de reunir a jóvenes y ancianos, familias y amigos; de hacer hablar a aquellos que no se hablan y de hacer reflexionar a aquellos que están solos. El mate es sin duda una buen modo para representar la cultura del encuentro, propuesta por el Papa Francisco desde el inicio de su ministerio petrino».
«El pasado miércoles estaba apunto el mate, y la ocasión para tener de frente al Santo Padre e
intercambiar con él alguna palabra – nos refiere aún Braian -. Es el mismo mate que he usado con la gente del barrio o con los muchachos del Don Orione en Córdoba, es decir, aquel mismo mate que lleva consigo tantas historias, tanta vida compartida.
Por tanto, el encuentro con el Papa Francisco, en su sencillez (con la sencillez siempre de nuestro Papa), ha resultado de una profundidad enorme, sobre todo por sus gestos: Francisco se ha detenido, ha tomado el mate, ha escuchado, nos ha hablado y nos ha bendecido. Gestos esenciales para beber un mate con alguien; todas acciones necesarias para convertir en realidad la cultura del encuentro».
El novicio orionista se detiene por tanto a reflexionar sobre los términos que han caracterizado este pequeño encuentro: «Detenerse para compartir la existencia, para darse cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor, acoger para hacer experiencia, para tocar con la propia mano, escuchar para poder compartir los gozos, los dolores, las ilusiones y las preocupaciones de aquellos con quienes compartimos el camino, hablar para consolar, animar, aconsejar y bendecir. Así ha sido mi experiencia con el Santo Padre, fugaz pero profunda, una experiencia de “mateada”, una experiencia de cultura del encuentro, una experiencia de Iglesia».
«Que también nosotros – concluye el novicio -, como exhortó el beato Angelelli, podamos hacer de modo que “la panza se vuelva verde de mate” (o de aquello similar que tengamos en nuestras culturas), para llevar el Evangelio de Jesús y hacer experimentar a todos la maternidad de la Iglesia y la ternura de la Providencia, así como hizo Don Orione, así como nos invita a hacer el Papa Francisco. ¡Ave María
y adelante!»
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