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Virginia Oregón: “Los chicos del Cottolengo pasaron a ser los hijos que no pude tener”



Son las seis de la tarde y el bus del Pequeño Cottolengo de Rancagua hace ingreso al hogar. En él vienen Hortensia, Patricio, Esperanza y varios residentes más con una sonrisa en sus rostros después de un día de trabajo en Betania. Junto a ellos, viene también la tía Vicky.


Virginia del Carmen Oregón Espinoza, a quien todos conocen como “tía Vicky”, nació en vísperas de Navidad de 1956, en Rancagua. Hija de don Hugo Oregón y doña Laura Espinoza fue la primera de siete hermanos. Se tituló en Educación de Párvulos en Santiago y trabajó en establecimientos de Rancagua y Coya.


Cuando realizaba una actividad solidaria en el contexto del aniversario de la Escuela Particular de Coya conoció el Pequeño Cottolengo, experiencia que marcó profundamente su vida, ella misma relata que desde ese momento no pudo dejar de pensar en los niños que conoció ahí y a pesar de tener todo lo que necesitaba en su trabajo decidió dejarlo para entregar todo su tiempo al hogar, primero como voluntaria y luego como profesional.


Su labor durante estos años en el Cottolengo ha sido variado, desde estar en los inicios de una escuela especial, ser jefa de personal, hasta su actual trabajo en Agrotalleres Betania, un lugar donde cada día acompaña a varios de los residentes que ya no asisten al colegio para desarrollar sus capacidades en talleres, en el trabajo de la tierra y en el cuidado de los animales que acoge la granja.


Tía Vicky no tuvo hijos, sin embargo, Dios le regaló muchos hijos en el Pequeño Cottolengo, un inmenso cariño por ellos la ha hecho mantenerse por más de tres décadas en la institución, son 33 años de amor, de ternura y de mucho cariño que ha recibido de parte de los residentes como ella misma lo expresa.

Con el tiempo ha visto crecer a los asistidos, ha aprendido a conocer a cada uno de ellos, especialmente a quienes tiene a su cargo. Los acompaña en sus alegrías y tristezas, conoce sus historias de vida, busca sacar lo mejor de cada uno en el trabajo que desempeñan a diario, y es por eso, que ellos le expresan un especial afecto, como el cariño que sienten los hijos hacia su madre. Virginia Oregón, “la tía Vicky”, ha entregado su vida a amar y a acompañar el desarrollo de los residentes del hogar, su vida es heroica porque ha optado por permanecer junto a quienes más la necesitan: “Los chicos del Cottolengo pasaron a ser los hijos que no pude tener”.

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