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“Mi misión en la Iglesia es hablarle a Dios de las personas y a las personas de Dios”


Más de 40 horas tuvo que recorrer para llegar a lo que será su nueva tierra de evangelización: Filipinas. Esta carismática religiosa pertenece a las Hermanas Sacramentinas que forman parte de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, sin embargo, lo que las distingue es que ellas ofrecen su ceguera por todos los sacerdotes y religiosas orionistas.


Nació en la ciudad de Parral. Sus padres son Atiliano Urbina y Gladys Carvajal los cuales tuvieron 13 hijos donde Lucía del Carmen (su nombre de bautismo) ocupaba el octavo lugar. Su vida hasta los seis años se desarrolló con bastante normalidad en el campo, luego viajó hasta Santiago con una tía que la inscribió en la escuela para no videntes Santa Lucía. Llegó con el anhelo de estudiar y formarse como lo habían hecho todos sus hermanos.


Su proceso vocacional nace en el seno de su familia, la cual tenía muchas tradiciones, como por ejemplo, el rezo del rosario en familia y la novena a la Virgen de Carmen, además de los días de ayuno en Semana Santa. Fueron muchos los signos de Dios que la llevaron a los 19 años a consagrarse como religiosa de la mano de Don Orione, sin embargo, ese proceso de ya 31 años, no ha estado exento de desafíos, los cuales ha superado con una entrega total a la Divina Providencia.


Hoy la hermana María Pía ha recibido la hermosa misión de ir a fundar la presencia de las Sacramentinas en las lejanas tierras de Filipinas, donde junto a otras dos religiosas, formarán una comunidad.


“Ir a Filipinas es como un salto al vacío, es un salto en la fe, así como Abraham, que partió a una tierra desconocida, pero con la confianza en Dios”, comenta antes de iniciar este viaje a tierras asiáticas.


A pesar de los miedos que pueden surgir de ir a una tierra absolutamente desconocida, ella nos demostró con su sonrisa, siempre dibujada en la cara, la alegría de continuar la misión que Don Orione entregó a las Sacramentinas de rezar incansablemente por las obras que se fueran fundando.


La valentía de renovar constantemente su amor y entrega al Señor siguiendo su voluntad, aunque eso le signifique continuar con su servicio a más de 17.000 kilómetros de nuestro país, nos hace reconocer en esta querida religiosa el testimonio de una vida heroica.

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