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Por padre Claudio Quintanilla Y

Tres aspectos esenciales de la formación orionista



Alguien puede pensar ¿para qué seguir educando a las personas si hoy tenemos todo lo que necesitamos en Internet? Es cierto que en la red existe muchísima información, sin embargo, la necesidad de la formación entendida como el proceso de sacar lo mejor de sí mismos y la importancia de los maestros en esta tarea nunca pasarán de moda. Don Orione tiene mucho que enseñarnos al respecto. Elegí el episodio de su encuentro con Ignacio Silone, un joven expulsado de su colegio que llegó a ser un gran escritor italiano durante la primera mitad del siglo XX. De este episodio podemos observar algunos elementos propios del estilo formativo orionista.


En primer lugar, una convicción: se educa sobretodo con el ejemplo. El Fundador lo hizo testimoniando el amor a los que más sufren.


Ignacio quedó huérfano durante el terremoto de 1915 en Italia. En medio de la devastación vio a un sacerdote rescatando a niños, andaba con la sotana arremangada, sucio y con una barba de 10 días. Al tiempo después, Ignacio no tenía donde estudiar. Su abuela le escribió a Don Orione para solicitarle un cupo en su colegio. Él aceptó y propuso encontrarse con el muchacho en la estación ferroviaria para viajar juntos al nuevo colegio que estaba en San Remo. Ignacio estaba expectante, el sacerdote héroe del terremoto en persona lo iría a buscar…


La gran fuerza de las palabras que repetía Don Orione -“Sólo la caridad salvará al mundo”- están en que él las vivía. Ignacio vio ese testimonio con sus propios ojos.


En segundo lugar, hay que advertir que a las personas se las forma desde la autenticidad. Don Orione lo sabe y se muestra tal cual como es.


Ya en la estación, Don Orione cargó con las maletas de Ignacio y le ofreció comprarle algo para leer. El sacerdote no parecía alguien superior, al contrario, se mostró tan normal que el muchacho al principio no lo reconoció. El diálogo fue tan fluido que Ignacio tuvo la sensación de tener a su lado a otro joven.


Para educar al estilo orionista no se requieren máscaras, ni parecer personas sabias. Formamos desde la integración de quienes somos, desde nuestra verdad.


Por último, consideramos la confianza en el potencial del otro como rasgo constitutivo del estilo formativo orionista. Aunque su interlocutor era tan sólo un muchacho, el padre Orione confía en él y logra ganarse su afecto.


El sacerdote se mostró sumamente cordial, le habló de sus proyectos, le leyó una carta que le había enviado el Papa, le comentó de la pobreza de su infancia, en fin, conversaron durante todo el viaje. Ignacio anhelaba que ese viaje no terminara más. Ese encuentro marcó un antes y un después en su vida.


Quien educa ha de tener una profunda esperanza en que la persona que aprende realmente puede hacerlo y mucho. Sin esta confianza básica “le ponemos techo” a la persona y le será mucho más difícil dar lo mejor de sí mismo.


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