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  • Por Francisca Pino, Ignacio Salvo

No seamos cómplices del maltrato, no nos quedemos de brazos cruzados


Una de las problemáticas sociales más recurrentes a lo largo de toda nuestra historia ha sido la violencia dirigida desde el sexo masculino hacia las mujeres. Hecho existente desde los cimientos de nuestra existencia, pero que ahora ha sido desvelado de manera masiva gracias los medios de comunicación.


La amenaza constante de sufrir algún tipo de intimidación de parte del sexo opuesto y el empoderamiento de las mujeres han hecho que como grupo se levante la voz para disminuir la violencia que ha sufrido el género. Sin embargo, la realidad de cada caso de manera aislada nos hace comprender que el miedo que siente quien ha vivido estos ataques hace que mantenga en secreto la violencia.


Si se supone que Dios nos ha creado como seres destinados a amar al prójimo, ¿cómo es que nuestra sociedad ha llegado a tales niveles de violencia en contra de seres que debiesen ser considerados igual que todos?


Nosotros como cristianos y orionistas, llamados a ser instrumentos que busquen conectar a los demás con Dios, debiésemos tomar cartas en el asunto. Nuestra fe nos hace un llamado a actuar pensando en como lo haría un orionista fiel a los principios de nuestro fundador. Es San Luis Orione la imagen viva de la justicia social y la igualdad, como lo demostró en una carta dirigida a un sector de la población trabajadora femenina. Entonces si sus bases se asientan en tal justicia, debiésemos nosotros enfocar nuestro accionar en la ayuda y el acompañamiento de las mujeres que sufren los agravios de tal temática.


Intentemos acabar con los constructos sociales que dejan de lado la dignidad de las mujeres. Instauremos políticas de protección y actuemos como es lo propio de nuestra Iglesia Católica.

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